En pleno otoño, Canarias vive un momento decisivo para la supervivencia de una de sus especies más emblemáticas: la pardela cenicienta atlántica. Es en estos meses, entre octubre y noviembre, cuando los polluelos emprenden su primer vuelo hacia el mar y, deslumbrados por la contaminación lumínica de las zonas costeras, muchos acaban cayendo al suelo desorientados.
Sobre este fenómeno habló con Carolina Llorente en La Mañana Xtra de Radio Insular Vicente Díaz Melián, naturalista, educador ambiental y vicepresidente de la asociación Naturaleza al Rescate, quien explicó la magnitud del problema y la importancia de la colaboración ciudadana: “Es un ave que llegó a las islas antes que los aborígenes, pero cada vez quedan menos. Las luces artificiales las desorientan, caen al suelo y, si no las rescatamos, mueren allí donde quedan”, advirtió.
Las pardelas, explicó, son aves marinas de largas alas —de hasta 1,20 metros de envergadura— adaptadas para planear sobre el océano. En tierra, sin embargo, son prácticamente incapaces de moverse. “Cuando una pardela cae al suelo es como si una persona no pudiera andar. Se esconde, y si nadie la recoge, muere atropellada, atacada por gatos o perros, o simplemente de agotamiento”, señaló Díaz Melián.
Cada pareja de pardelas solo pone un huevo al año, por lo que cada ejemplar cuenta. Las campañas de rescate impulsadas por cabildos y asociaciones como Naturaleza al Rescate son fundamentales para evitar un descenso mayor de la población. Solo en 2024, se rescataron unas 2.000 pardelas en Gran Canaria y 3.400 en Tenerife, cifras que reflejan la magnitud del problema.
El naturalista destacó que el periodo más crítico abarca del 15 de octubre al 15 de noviembre, cuando los polluelos abandonan los nidos y se dirigen al mar guiados por la luz de la luna. Sin embargo, los potentes focos urbanos, deportivos y residenciales alteran su orientación. “Colocamos los focos hacia los campos de fútbol o hacia las avenidas sin pensar en las consecuencias. Las pardelas no van hacia la luna, van hacia esas luces”, explicó.
El protocolo, recordó Díaz Melián, es sencillo: “Si vemos una pardela en el suelo, hay que recogerla, cubrirla con una toalla o una prenda, meterla en una caja de cartón y llamar al 112 o entregarla en la Policía Local o Guardia Civil. Lo que no hay que hacer nunca es darle agua, porque se moja el plumaje y puede morir de frío”.
Más allá del rescate inmediato, la asociación centra sus esfuerzos en la educación ambiental y en promover una iluminación responsable. Díaz Melián insistió en que “la contaminación lumínica es tan grave como la contaminación del humo o del petróleo, pero no la percibimos”, y reclamó el uso de luces ámbar o apantalladas, así como la certificación Starlight, que distingue a los municipios comprometidos con el cielo limpio.
Como ejemplo de buenas prácticas, mencionó la Ley del Cielo de La Palma, que limita la contaminación lumínica para proteger la observación astronómica. Gracias a esta norma, la isla es la que registra menos caídas de pardelas. “En La Palma se ven menos pardelas caídas porque sus luces están adaptadas. Es una cuestión de conciencia y de respeto por la biodiversidad”, afirmó.
También explicó la iniciativa turística “El primer viaje”, desarrollada inicialmente en Tenerife y extendida ya a Fuerteventura, Lanzarote y La Gomera, por la que los hoteles se comprometen a reducir sus luces durante la temporada crítica y forman a su personal sobre la protección de las aves marinas. “El hotel que se suma a esta red apaga las canchas deportivas, informa a sus clientes y recibe auditorías del Instituto Astrofísico de Canarias. Es un compromiso real de sostenibilidad”, destacó.
Díaz Melián recordó que el impacto de la contaminación lumínica va más allá de las pardelas: “Al bajar las luces no solo ayudamos a las pardelas, también a los petreles, paiños y a los insectos polinizadores que mueren atraídos por los focos. Es una cadena que afecta a toda la biodiversidad”.
El naturalista concluyó con un llamamiento a la responsabilidad colectiva: “Todo lo que hagamos por las pardelas cenicientas lo estamos haciendo por la fauna marina que cría en nuestras islas. Son el símbolo de todas las aves marinas”.
La asociación Naturaleza al Rescate continúa trabajando para sensibilizar a la población y prevé extender sus charlas informativas a más islas en 2026. Mientras tanto, las próximas semanas seguirán siendo decisivas para miles de polluelos que, bajo la luz artificial de las costas canarias, buscan encontrar su camino hacia el mar.
La contaminación lumínica en Canarias está poniendo en peligro a la pardela cenicienta atlántica, una especie emblemática de las islas. Los polluelos, que emprenden su primer vuelo hacia el mar entre octubre y noviembre, se desorientan por las luces artificiales y caen al suelo, donde corren el riesgo de morir si no son rescatados. Asociaciones como Naturaleza al Rescate y distintas campañas de rescate son vitales para prevenir un mayor descenso de la población. También se destaca la importancia de la educación ambiental y la iluminación responsable.