Lun, 24 marzo

“Celebrar” el Día Mundial del Agua con los grifos secos

La capital majorera acumula días sin suministro en numerosos barrios desde el 18 de marzo, justo en la semana de la efeméride mundial. La isla arrastra una crisis hídrica crónica: ni las inversiones millonarias ni las promesas oficiales han evitado que muchas familias vivan un “calvario” recurrente sin agua corriente.

En pleno Día Mundial del Agua, cientos de familias en Fuerteventura no tienen ni una gota en sus hogares. La ironía es amarga: desde el pasado 18 de marzo buena parte de la capital insular, Puerto del Rosario, sufre cortes continuados de agua potable. Ese día, un corte programado por obras dejó sin servicio a barrios enteros –Rosa Vila, Risco Prieto, Playa Blanca, entre otros– desde las 6 de la mañana hasta casi la medianoche. Sin embargo, días después, muchos vecinos aún siguen con los grifos secos, cargando garrafas y esperando cisternas en lugar de poder abrir el grifo para lavarse o cocinar. “Llevamos casi una semana igual y ninguna autoridad nos da una solución”, protesta una vecina de la zona centro, cubo en mano, reflejando la frustración general.

No es un episodio aislado ni una sorpresa de este marzo. No hay ni un pueblo de la Isla que no sufra cortes intermitentes de agua. En los últimos años, la estampa se repite con desesperante frecuencia: depósitos vacíos, duchas que no funcionan y vecinos haciendo cola con bidones. El mes de marzo, paradójicamente, se ha convertido en un “mes negro” para el Consorcio de Aguas de Fuerteventura. Averías y cortes se han registrado por toda la geografía insular, y las asociaciones vecinales llevan tiempo movilizándose y exigiendo soluciones. “Desde hace años observamos que la gestión del agua es muy mala, los responsables se culpan unos a otros, pero las fugas y cortes se repiten en nuestro pueblo desde hace años”, lamentaba ya en 2023 la presidenta de una asociación vecinal. Aquella primavera, los residentes de un pequeño pueblo del norte sufrieron hasta una semana sin una gota de agua en las casas –y diez días en las zonas altas–: un verdadero “calvario” para las familias con niños, mayores, ganaderos y agricultores. La historia suena demasiado familiar en distintos rincones majoreros. Sin ir más lejos, hace justo cuatro años, en marzo de 2021, unos cien hogares llegaron a pasar más de diez días sin agua. Y en pueblos del sur como Tarajalejo, La Lajita o Tesejerague, los vecinos han denunciado semanas enteras sin suministro, viéndose obligados a contratar camiones cisterna o a llenar garrafas en las duchas de la playa para poder subsistir.

La paciencia de la población está al límite. Las redes sociales se inundan de quejas y testimonios indignados. “¿Cuánto tuvimos agua, dos días? Parece que se ríen de nosotros”, reprochaba en internet una residente de Triquivijate tras encadenar otro corte más. Las oficinas del CAAF y los ayuntamientos han sido testigo del enfado ciudadano, con protestas formales y oficiosas. Los municipios majoreros han tenido que pedir urgencia al Cabildo y al Consorcio, mientras los afectados hacen malabares: algunos compran agua embotellada para todo, otros directamente pagan de su bolsillo cubas de agua para llenar aljibes, quienes pueden permitírselo. Los menos afortunados, sencillamente se apañan como pueden: recurriendo a pozos antiguos, almacenando lo poco que sale “a hilo” del grifo, o desplazándose a casas de familiares en otras zonas. En Puerto del Rosario, muchos negocios tampoco escapan del problema: hace apenas unos meses, el centro de la capital amaneció un lunes más sin suministro, con cafeterías sirviendo el café en vasos de papel, baños clausurados por falta de agua y rostros de hastío en los dueños. La escena se ha vuelto tristemente cotidiana.

Mientras tanto, el discurso oficial trata de llevar un mensaje de inversión y esperanza. El Cabildo Insular de Fuerteventura y el CAAF insisten en que se están destinando recursos sin precedentes para resolver el problema. De hecho, la isla está bajo una declaración de emergencia hídrica desde julio de 2022, lo que ha permitido acelerar ciertas contrataciones de obras. Las administraciones anuncian a bombo y platillo el despliegue de planes multimillonarios: a finales de 2023 se presentó un programa de actuaciones para garantizar el agua que alcanzaba los 238,5 millones de euros. Ese plan incluye la construcción de nuevas plantas desaladoras –una en Corralejo (norte) por más de 20 millones, otra en Puerto del Rosario por 63 millones y una más en el sur por 73 millones–, además de la renovación de tuberías y depósitos estratégicos. “Actualmente la red no da para más; estaba pensada para 40.000 personas y hoy tiene que servir a más de 120.000”, llegó a reconocer el entonces presidente insular, Sergio Lloret, subrayando la necesidad de ampliar la capacidad de producción y almacenamiento de agua. Con ese objetivo se han adjudicado obras clave: la sustitución de la principal tubería de impulsión hacia el depósito central de La Herradura (tras romperse seis veces en un año), la ampliación de la desaladora principal de Puerto del Rosario con nuevos módulos de ósmosis, y la creación de depósitos de reserva adicionales. Sobre el papel, la mayor inversión hidráulica de la historia de Fuerteventura está en marcha y las instituciones prometen que el suministro quedará asegurado a medio plazo.

Sin embargo, por ahora los resultados brillan por su ausencia. “Los continuos cortes contrastan con los anuncios”, resumía un reportaje local recientemente. La realidad inmediata es que, pese a tantas notas de prensa y fotos de políticos junto a tuberías, el agua sigue sin salir por los grifos de muchos vecinos. ¿Qué está fallando en Fuerteventura? Parte de la respuesta es estructural: la isla carece de ríos, apenas tiene acuíferos explotables y recibe muy poca lluvia al año. “La escasez de agua natural es habitual en Fuerteventura” por su clima árido, recordaba un análisis técnico. Dicho de otro modo, Fuerteventura depende casi al 100% del agua desalada del mar, un recurso costoso y complejo de gestionar. Desde finales de los años 70, el agua de mar es la fuente principal para abastecer a la población insular. Producirla requiere plantas desaladoras energívoras, bombas de impulsión potentes y una extensa red de distribución a lo largo de toda la isla más larga de Canarias. Cualquier avería en esa cadena –una rotura de tubería, un fallo eléctrico en la desaladora, un problema en las bombas– provoca un efecto dominó: sin fuentes alternativas ni suficientes depósitos de reserva, el suministro cae en picado. Así, en cuestión de horas, pueblos enteros se quedan secos si la red principal sufre una incidencia. Los expertos señalan también la obsolescencia de gran parte de las infraestructuras: tuberías viejas que revientan con frecuencia, depósitos insuficientes y sistemas al límite. El propio CAAF ha admitido que muchas instalaciones han superado su vida útil, acumulando roturas que reducen caudales y presión en varios núcleos. Y aunque la demanda de agua se ha disparado (hasta un 200% de las necesidades originales) por el crecimiento demográfico y turístico, la respuesta en mejoras ha ido siempre un paso por detrás.

El coste social de esta situación se mide en la vida diaria de las personas. “La falta de este bien esencial repercute en la salud de los mayores, en los negocios y en el campo”, advertían vecinos de Tindaya tras 20 años con cortes crónicos. Cuando el agua no llega, se resiente la higiene básica y la calidad de vida: familias que no pueden ducharse en días, baños que no se pueden descargar, lavadoras paradas con la ropa sucia acumulándose. Padres y madres improvisan soluciones para bañar a los niños pequeños con garrafas; los abuelos hacen malabarismos para racionar cada litro; y pequeños comercios –desde peluquerías hasta bares– pierden ingresos o deben cerrar temporalmente. En zonas rurales, ganaderos y agricultores llevan tiempo comprando cubas de agua a precios elevados para no perder sus explotaciones. Mucha gente depende además de la solidaridad de vecinos con aljibes o de esperar las cisternas que, con cuentagotas, envía el Cabildo a las localidades más afectadas. Pero esas ayudas paliativas se agotan enseguida, reconocen las propias autoridades. “No es magia, es agua”, rezaba irónicamente una pancarta en una protesta reciente, subrayando lo obvio: el agua es un derecho básico, y en Fuerteventura son demasiados los que no lo tienen garantizado.

Hoy, 22 de marzo, Día Mundial del Agua, las instituciones divulgarán mensajes sobre la importancia de cuidar este recurso y garantizar el acceso universal. Pero en Fuerteventura, a pie de calle, no hay mucho que celebrar. Las familias con los cubos llenos y las cisternas vacías esperan menos discursos y más soluciones reales. Sobre la mesa quedan las promesas y los millones anunciados; mientras tanto, miles de majoreros afrontan este Día del Agua mirando al cielo –por si llueve algo– o mirando al teléfono, por si por fin suena con la noticia de que vuelve el suministro. De momento, la sequía de los grifos continúa.

spot_img
Únete a nuestro canal de Telegram - Actualidad Insular
Recibe todas las noticias de última hora directamente en tu móvil:
Unirse al Canal

Te puede interesar

Otras Noticias

El Tiempo

Puerto del Rosario
muy nuboso
18.9 ° C
18.9 °
18.9 °
59 %
10.3kmh
75 %
Lun
19 °
Mar
19 °
Mié
19 °
Jue
20 °
Vie
21 °

Combustible + Barato

Gasolineras cercanas
-
-
G95
G98
GA
GA+
-
-
-
-
-
-
G95
G98
GA
GA+
-
-
-
-
-
-
G95
G98
GA
GA+
-
-
-
-
Redacción Radio Insular
Redacción Radio Insularhttps://radioinsular.es
Somos el equipo de redacción de Radio Insular Fuerteventura. Nuestro objetivo es ofrecer noticias precisas y oportunas sobre la isla y más allá, con un enfoque en la calidad y la objetividad. Contamos con periodistas apasionados dedicados a mantener a nuestra comunidad informada.

Últimas Noticias