Abdoulie Bah tenía 19 años y una historia marcada por la superación. Llegó a Canarias en 2019 en patera, siendo aún menor de edad, y tras cinco años de tutela institucional, se había labrado un camino como joven extutelado: estudiaba, trabajaba como educador y jugaba en un equipo juvenil de fútbol en Gran Canaria. El sábado pasado murió abatido a tiros por la Policía Nacional en el aeropuerto de Gran Canaria, tras abalanzarse con un cuchillo sobre un agente, en un episodio que ha dejado más preguntas que respuestas.
La escena quedó registrada por las cámaras del aeropuerto. En ellas, se ve a un joven que porta un cuchillo rodeado por cinco agentes. Según fuentes judiciales, cuando se lanza hacia uno de ellos, sus compañeros le disparan hasta en cinco ocasiones, uno de los tiros en el cuello.
Abdoulie había acudido al aeropuerto con intención de tomar un vuelo a Gambia, a pesar de que su billete era para el día 22. Esa falta de lógica aparente fue, para sus allegados, una señal más del brote que atravesaba. Desde hacía semanas, según relatan amigos y compañeros, mostraba síntomas evidentes de desequilibrio mental: hablaba solo, decía que lo querían comer, se encerraba en su cuarto, y llegó a enfrentarse a la Policía tras ser visto caminando en medio de la autovía.
El miércoles anterior al suceso fue detenido por atentado a la autoridad tras un altercado con una patrulla del 091, pero quedó en libertad. Vivía con otros jóvenes en Las Palmas de Gran Canaria y era muy querido por quienes lo conocieron. “Era un muchacho muy bueno, muy tranquilo, tímido, pero hace unas semanas cambió. Algo pasó en su cabeza”, recuerda su amigo Abdolualha Camara.
Pese a las señales, no recibió atención médica a tiempo. Una ONG trataba de llevarlo al médico, pero no llegó a hacerlo. Hasta poco antes de su muerte, Abdoulie trabajaba como educador en un centro de menores migrantes. Compartía su experiencia con quienes llegaban ahora a vivir lo que él ya había superado. Hablaba seis idiomas, había finalizado la ESO, cursado formación profesional básica, y se había formado como peón agrícola en Canarias. En Gambia había sido mecánico, albañil y ayudante de cocina.
La noticia de su muerte ha conmovido a la comunidad migrante de las islas. La Asociación de Gambiamos en Canarias se ha personado en el juzgado por encargo de la Embajada de Gambia en España. Su hermano, residente en Italia, viaja a las islas para hacerse cargo del cuerpo.
La investigación está en manos del Juzgado de Instrucción número 3 de Telde, que deberá determinar si la reacción policial fue proporcional o si había alternativas para reducir al joven sin llegar a un desenlace fatal.
Teodoro Bodyale, sociólogo y secretario de la Federación de Asociaciones de Africanos en Canarias, no esconde su consternación: “Me cuesta asumir que un chico de 19 años reciba cinco disparos, uno en el cuello”, señala, recordando que apenas cuatro días antes Unicef había advertido sobre la falta de atención psicológica a menores migrantes en unas jornadas celebradas en Las Palmas.
Isabel Alfaro, presidenta de la Federación Nacional de Asociaciones de Inmigrantes ‘Países’, que había acompañado a Abdoulie en diversas ocasiones, ha reclamado una investigación exhaustiva. La organización no descarta personarse en el proceso.
Abdoulie Bah, según su entorno, no era un peligro. Era un joven roto, necesitado de ayuda. Su historia, trágica y profundamente humana, abre de nuevo el debate sobre el acompañamiento psicológico que reciben los menores migrantes una vez salen del sistema de protección.




