Pedro Martín Hernández no solo ha levantado la Bodega Conatus en Lajares, sino que ha sido pieza clave para situar a Fuerteventura en el mapa vitivinícola del archipiélago y, cada vez más, en el panorama internacional. En una entrevista en La Voz de Fuerteventura, en Radio Insular, relató cómo comenzó esta aventura “por prescripción médica”.
“Fue todo un poco por casualidad”, recuerda Pedro, explicando que el proyecto nació tras la advertencia de su médico en Madrid, quien le puso entre la espada y la pared: “El restaurante o yo, porque el restaurante se iba a quedar ahí y yo me iba”. Tras años de dedicación a su restaurante La Luna, casi a costa de su salud, Pedro encontró en un terreno heredado de sus padres la excusa para relajarse y, sin pensarlo, iniciar un proyecto vitivinícola.
“Empecé sin tener pensamiento de nada… me gustaba el vino tinto, pues empecé a plantar parras”, relata. Años después, se encontró con 400 o 500 parras cargadas de uva y sin saber qué hacer con ellas. Fue entonces cuando conoció al enólogo Alberto González, quien le lanzó la pregunta clave: “¿Quieres hacer vino para los amigos o una buena bodega para hacer buen vino?”. Pedro no lo dudó y apostó por profesionalizarse, abriendo un camino que hoy siguen otros productores majoreros, recuperando el esplendor de cuando Fuerteventura era conocida como “la viña de Aníbal”.
Desde aquel primer vino en 2015-2016, la producción y la calidad no han dejado de crecer. Conatus fue pionera en lograr la Denominación de Origen, y ahora otras etiquetas como Gavias del Sordo se suman a la lista de caldos premiados.
Pero Pedro tiene clara su visión: “El negocio no está en producir vino, está en que hagamos enoturismo y lo hagamos bien, y traigamos clientes de categoría a Fuerteventura”. Su bodega ya ofrece visitas guiadas, eventos, bodas y catas, apostando por una oferta experiencial completa. “Vendemos el vino a buen precio porque hay poco, pero hacer una botella en Fuerteventura sale muy caro, por 11 o 12 euros”, detalló.
Retos: agua, personal y vivienda
El camino, sin embargo, no está exento de desafíos. “Nos falta agua en condiciones porque aquí al norte llega un agua con un pH muy alto”, señaló, esperanzado en que los planes de regadío que avanzan en el sur puedan replicarse en su zona.
A esto se suma la escasez de mano de obra cualificada y la crisis de vivienda, problemas que afectan a todo el sector agrícola y hostelero de la isla.
Pese a todo, la ilusión permanece firme. Pedro subraya que “somos un referente ahora, pero no hay que olvidar a los viticultores viejos, los que aguantaron haciendo vino”, y menciona con respeto a pioneros como Andrés Chocho, Antonio de La Asomada o el Maestro Juan.
Hoy, Fuerteventura vive un inesperado auge vitivinícola. “Hay bastante gente… y creo que muchos hacen vino para consumo propio y ni se sabe”, apunta. Destaca también a compañeros como Miguel de Gavias del Sordo, Miguel en Tetir, Leonardo o Manolo de La Oliva, con quienes comparte una sana competencia: “A todos nos gusta ganar, claro, pero lo importante es que intentemos superarnos cada día”.
Pedro reclama por último más apoyo institucional: “A ver si también las autoridades lo tienen en cuenta y siguen apoyándonos”, concluyó.




