Las Islas Canarias tienen una riqueza cultural única, con tradiciones casi tan antiguas como las piedras de los acantilados. Tradiciones que heredan los isleños de hoy, encargados de protegerlas para las generaciones futuras. Una identidad ancestral que se materializa en historias, modos de vida y prácticas que con los siglos han ido cambiando, enriqueciéndose con las influencias europeas y evolucionando hasta lo que es hoy. Y en esa identidad los juegos y deportes autóctonos juegan, valga la redundancia, un papel fundamental.
La riqueza lúdica de Canarias es consecuencia directa de las condiciones históricas y geográficas del Archipiélago. Por un lado, un territorio fragmentado en islas, algunas de una accidentada orografía que dificultaba las comunicaciones y, facilitaba la conservación de las prácticas de los pobladores aborígenes. Por otro, el tránsito de personas que durante siglos pasaron o se establecieron en las islas, venidas de distintos lugares con tradiciones y prácticas que con el devenir de los años han pasado a formar parte del tejido cultural tradicional e identitario de Canarias.
Es a través de las fuentes etnohistóricas que a día de hoy conocemos la evolución de estas prácticas, aunque la información en muchas veces queda incompleta. Los juegos y deportes tradicionales de las islas se pueden clasificar según su origen: si surgen de actividades practicadas por los antiguos pobladores o si se corresponden con actividades que llegaron tras la Conquista. Entre las del segundo grupo se encuentra la Bola Canaria.
La Bola Canaria
Según las fuentes, los orígenes de este juego podrían encontrarse en las culturas egipcia, griega y romana, y podrían estar relacionados con ritos de adivinación. Una práctica milenaria que llegó a las Islas con los primeros colonizadores. La primera referencia escrita que se conoce en relación con la Bola es un pregón de la ordenanza de las armas en el citado juego en Tenerife y data del s. XVI.
En la actualidad la Bola se practica en todas las islas, con un auge especialmente notable en Fuerteventura, con matices entre la bola tradicional y la que se ha convertido en deporte.
De hecho, para quienes no conocen esta actividad en profundidad, es fácil asociarla directamente como un juego, especialmente cuando por algún pueblo te encuentras con una liguilla o con unos amigos que están pasando la tarde. Pero lo cierto es que se reconoce como deporte desde que se creó la Federación de Bola Canaria y Petanca 1992. Las normas que lo rigen son una combinación de las de la bola tradicional, la criolla, las bochas y la petanca.
La Bola Canaria forma parte de la familia del juego del “bochas” y la clave es la precisión. Consiste en lanzar un determinado número de bolas en dirección a otra más pequeña con el objetivo de dejarlas lo más posible a esta última. Los participantes se dividen en dos equipos y el que más bolas dejar cerca del “boliche”, “miche”, o ·”mingue”, gana. En la modalidad más habitual, cuatro jugadores y dos suplentes integran cada equipo, que cuenta con 12 bolas. Destacan técnicas como “arrimar”, cuando la intención es acercar la que se lanza al boliche, o “bochar”, cuando el objetivo del lanzamiento es golpear el miche u otra bola.
No es demasiado difícil ver de cerca la práctica de esta actividad en muchos pueblos, aunque entre los jóvenes es menos frecuente. Aun así, quizá sea uno de los juegos autóctonos que más se practican en la actualidad. “Desde pequeños cogimos la costumbre de jugar a Bola y seguimos haciéndolo cada vez que nos reunimos y hacemos un asadero”, comenta Samuel Clavijo, un joven natural de Lanzarote. Cuenta también que tiene varios amigos federados que compiten por todo el Archipiélago. Pero es Fuerteventura una de las islas con más fichas federativas en la actualidad, que además cuenta con campeones de Canarias.