Álvaro Neil, Biciclown, es una fuente inagotable de sabiduría en lo que a perseguir sueños se refiere.Todo lo que dice, con puntos y comas, merece ser registrado tal cual.
Allá por 2001 dejó su trabajo en la oficina de una notaría, cogió bicicleta y manta y se plantó en Bolivia. Así comenzó el proyecto kilómetros de Sonrisas en Sudamérica, que duraría hasta 2003.
Entonces regresó y su jefe le planteó si ya se le había quitado la tontería y estaba preparado para volver a sentarse en la silla. El problema es que le quedaban muchas ganas de sillín y ahora lo que tenía en mente era nada más y nada menos que el mundo. Así, en 2004, arrancó su gran proyecto Miles of Smiles Around the World, que se tradujo en 13 años dándole a los pedales por los cinco continentes y haciendo espectáculos gratuitos de clown para los más desfavorecidos.
“La gente no pregunta. la gente repite, imita, copia… y yo no quiero copiar la vida de otros. Si somos tan únicos, ¿por qué hacemos todos lo mismo?”
No fue una revelación, ni un impulso ni un intento de huir de sus problemas porque, “por más lejos que vayas, estos van contigo”. Y eso, afirma, le habría durado dos días. Lo suyo fue como la estalactita que se forma en una cueva. “Soy payaso, y un payaso se hace cuestiones como un niño. Ese es el que se pregunta si de verdad no hay otra manera de vivir”. Y es a base de plantearse esas cuestiones que un día acabó diciendo: ya está.
A la pregunta de “¿por qué el mundo?” contesta sin pensárselo dos veces: “porque es donde, de momento, se puede pedalear”. Simple y llanamente. Confesaba, entre risas, que está esperando a que solucionen los trámites e inconvenientes de la gravedad para irse a recorrer la luna.
Y a la de “¿por qué la bicicleta?“, contesta que ésta tiene las dos cualidades más importantes de un medio de transporte: permite desplazarse y hacerlo a una velocidad humana sin asumir todo el peso a sus espaldas. Con la bici podía doblar los kilómetros que hubiera hecho caminando y, además, podía hacerlo sin tener que cargar todo el peso que ascendía a unos 80 kg. además te permite estar en comunicación con los demás, sin los ruidos de una moto, sin una escafandra.
“Son trece años. Trece años, trece navidades, trece cumpleaños, trece muchas cosas”.
Afirma que de esa aventura de dimensiones mundiales -literalmente- no vuelve alguien tan diferente como podría esperarse. Pero lo que sí vuelve es una persona satisfecha que ha cumplido un proyecto de vida que, admite, nunca va a poder contar por mucho que escriba. Y es que él mismo lo dice: “son trece años. Trece años, trece navidades, trece cumpleaños, trece muchas cosas“. Y eso no hay libro ni documental que lo abarque.
Aún así sigue escribiendo y ahora mismo se encuentra inmerso en el que ya es su décimo libro. Uno que en esta ocasión pone a la muerte en el punto de mira.
Sentarse a dialogar con la muerte
“He visto a la muerte de frente en siete ocasiones“, afirma. Y no exagera: estaba en Japón cuando ocurrió el tsunami, ha sufrido 4 malarias cerebrales – en la primera le dieron la extremaunción- y en más de una ocasión ha escapado por los pelos de un accidente de tráfico.
“todos tenemos fecha de caducidad. está escrita en el reverso de la tapa de un yoghurt. no la vemos, pero está ahí“.
La muerte pone fin a un tipo de vida que es esta que tenemos. Y sabiendo eso, Neil la utiliza como un motor. “El tema es que aceptar la muerte como una realidad hace que pierda todo el sentido eso de pelearte con el vecino”. Considera que vivimos demasiado anclados a la realidad, al día a día, algo que las redes sociales no hacen sino acentuar.
Habla de la importancia de esa creencia que los estoicos tenía de distanciarte de la realidad. O dicho de otra forma: ganar perspectiva. La muerte permite relativizar la vida. “¿Abriré los ojos mañana?”. Lo cierto es que no se sabe. “Pues eso en mente cuando los abres, cada día” (y recalca: CADA DÍA), “debería ser tu cumpleaños“.
Dejar de esperar y comenzar a planificar
“El día que la lotería deje de tener éxito en España empezaremos a ser un país que despierta“.
“Creer que la vida va a cambiar cuando te toque la lotería es ser oveja y pensar que no te van a trasquilar”. Afirma contundente que España despertará el día que deje de confiar en la suerte, en que dejemos de pensar que llegará el momento en que un boleto afortunado nos cambie la vida.
En Fuerteventura, en el marco de la Universidad de Verano que organiza la Universidad de Las Palmas (ULPGC) con el Cabildo, quiere transmitir la ilusión de tener propósitos y, ojo, la importancia de tener planes. “La gente tiene sueños, pero no habla de planes”, afirma. “Las cosas más grandes de la vida no hay que pensarlas mucho”. “Sí que hay un tiempo de silencio, de maduración, pero en el momento de ejecutar hay que apagar la mente porque siempre vienen temores”. Y no perder de vista que los sueños tienen un coste, un esfuerzo, un compromiso y un trabajo.
“Para soñar hay que estar muy despierto. Los sueños de noche no valen mucho, los que cuentan son los de día: los que ves, los que planificas y por los que te esfuerzas; haces previsión de fondos, RENUNCIAS y les pones fecha. Así es como los sueños acaban convirtiéndose en algo real”.
Afirma que si la vuelta al mundo ha desarrollado algo en él es la autoconfianza. “Soy un ser humano capaz de hacer lo que sea, solo tengo que ser listo y elegir un objetivo al alcance de mis posibilidades”. Ahora ese objetivo es terminar filosofía y vivir cada día con intensidad. “Y eso no significa fuegos artificiales todos los días. a lo mejor es, simplemente, caminar en silencio, meditar”.
Concluye la entrevista con un consejo final: “si los zapatos que llevas ahora te quedan un poco justos, busca otros”.
Tener presente la muerte como lo que es, una compañera, un motor. Vivir siendo plenamente conscientes de que esta vida es finita y que hay que dejar de vivir a la espera. Del fin de semana, del verano, de la jubilación, de la aventura.
Esta que escribe se va a buscar su propia bicicleta.