Rocío Menarguez, madre monoparental y víctima de violencia de género, denuncia un grave incidente que casi le cuesta la vida a su hijo de diez años, Alejandro. El menor fue atacado por un pitbull en la vivienda de Puerto del Rosario donde Rocío alquila una habitación. “Mi hijo está vivo de milagro”, afirma, entre lágrimas, esta madre que además sufre fibromialgia y atraviesa una delicada situación económica y judicial.
Tras vivir un infierno de agresiones por parte de su expareja en Gran Canaria, Rocío y su hijo fueron protegidos a través del DEMA (Dispositivo de Emergencia para Mujeres Agredidas) y derivados a un piso tutelado, del que tuvieron que salir a la semana por una discusión con otra inquilina. “La otra fue la culpable y no tenía hijos. Yo sí, y nos quedamos en la calle”, recuerda.
Sin alternativa, madre e hijo se trasladaron a la casa de la abuela, un piso de apenas 40 metros cuadrados, hasta que Rocío encontró una habitación en la calle Hernán Cortés, por 200 euros al mes, sin contrato escrito. El acuerdo verbal incluía que el dinero se destinaría a la compra de comida. Sin embargo, con el tiempo, Rocío asumió todo el peso de la casa: “Yo lo hacía todo: compraba, cocinaba para todos”, asegura.
El viernes pasado la situación explotó. “Sobre las tres de la tarde, la arrendadora empezó a gritar porque no tenía comida hecha. Había estado días sin aparecer. Mi hijo y yo salimos a comprar, y al volver, la discusión subió de tono: me golpeó con el móvil en la cara y cuando Alejandro le gritó que no me pegara, ella lo empujó. Se dio en la cabeza y el perro, un pitbull, se le echó a la yugular”, relata aún conmocionada.
Madre e hijo vivieron minutos de terror intentando separar al animal mientras la sangre corría por el cuello del niño. “Mi hijo está vivo de milagro porque el perro atacó directo a la yugular”, insiste Rocío, quien revela que el pitbull ya había matado a otros dos perros antes.
Consiguieron asistencia de urgencia en el Centro de Salud Puerto del Rosario II, donde estabilizaron a Alejandro y a Rocío, que sufrió un fuerte ataque de ansiedad. Posteriormente, el menor fue trasladado al Hospital General de Fuerteventura para suturar las heridas. Mientras tanto, la arrendadora presentó una denuncia contra Rocío, según esta última, “mientras cosían a mi hijo”.

Pide ayuda para reconstruir su vida
Hoy, madre e hijo tienen pocas pertenencias, que guardan en la habitación donde ocurrió todo, pero ya no duermen allí. “Esta noche hemos pagado 70 euros de hotel para estar tranquilos”, explica Rocío, mientras muestra imágenes de Alejandro dibujando corazones para su madre mientras ella intenta mantener la calma.
La situación es insostenible. Rocío muestra carpetas llenas de informes médicos que acreditan fibromialgia, artrosis reumatoide y lumbociatalgia crónica. Asegura tener reconocida la incapacidad, “pero no me la pagan”, lamenta. Denuncia que la renta canaria de ciudadanía, solicitada hace ocho meses, ha sido denegada cinco veces. Tampoco percibe otras ayudas pese a tener un menor a su cargo.
“Solo quiero un techo, aunque sea una habitación para mí y para mi hijo. No necesito más. Pido ayuda y apoyo a las madres españolas que somos víctimas de violencia de género”, suplica.




