Artículo de opinión, por Luis Alberto Serrano
No lo voy a echar de menos porque no creo que haya visto más de 10 programas durante su andadura en Telecinco, pero que ha marcado un antes y una tendencia en la televisión, no se le puede negar. Un programa no dura tanto si no hay una audiencia que lo respalda. Y cuando ésta ha empezado a caer, era hora de sacrificar a la criatura. Lo que siempre me tendrá alucinado es la forma en la que la gente se cree las cosas que salen en la televisión. Sálvame era puro guion. Unas veces sacando verdades a la luz, otras tergiversándolas y, sí, digo bien, otras inventándoselas como si fuera un culebrón de los años 80. Como en las series cutres, se creaban personajes, elevándolos a los altares, para luego dejarlos caer ante la ansiosa audiencia ávida de ver llorar a personajes dentro de la caja tonta. ¡Cuántas muñecas rotas! ¡Cuántas han perdido la dignidad por un dinero que luego se tuvieron que gastar en psicólogos! Se aprovecharon de gente débil de carácter o con problemas económicos para sus “maquiavélicos” montajes con los que mantener en vilo al público durante algunos meses.
Y no tengo pruebas, pero apuesto a que, algunos de esos “culebrones” se hicieron con artistas extorsionados a cambio de no difundir imágenes como le pasó a Marta Sánchez en el famoso posado desnuda en “Interviú”. El monstruo se les escapó de las manos y la gente empezó a cansarse. Pero ahí está todo. 14 años en antena. Admirable y envidiable. Nunca entenderé como a la gente le puede gustar ver a Jorge Javier Vázquez hundir una daga en el pecho de alguna de las víctimas del programa y, después, echar sal para que le escueza más. Tan malvados somos para disfrutar del escarnio público, como para pasar la tarde viendo como una corte de cómplices se gritaban unos a otros y se ponían verdes y hacían las paces, coreografiados por un guion al que ellos le debían sumisión y pleitesía. En fin, que por un lado me alegro. Sobraba tanta mala vibra en la formación de nuestra juventud.
Una vez se proyectaron mis cortometrajes a varias clases de un instituto. Cuando se formó debate después, unas alumnas me rebatían que para triunfar no hacía falta estudiar. Me ponían como ejemplo a Belén Esteban. Lo malo, que tenían razón. Eso es lo que ese tipo de influencia tiene a la juventud de hoy en día tan perdida en valores y con un egoísmo que a la larga les va a perjudicar, y mucho. De todas formas, escribo bajito, no sea que vaya a ser verdad ese refrán que dice “alguno vendrá, que bueno me hará”. Miedito.
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