Zuleica Cedrés acudió dos veces con su hija de 18 meses a urgencias. La tomaron por loca y la mandaron con paracetamol a casa porque la pequeña tenía “solo una gripe”. Por la mañana, “cuando la fui a despertar, mi hija no se despertaba. La movía, intentaba levantarse de la cama y se me caía de lado. Nada más llegar al hospital, la pediatra que estaba allí me dijo que cómo no se habían dado cuenta en el centro de salud de que mi hija olía a ácido, a siete metros. Mi hija tenía la cetoacidosis en siete, ácido puro en el cuerpo”.
Su hija, Aria Barrera, debutaba así en diabetes tipo 1. Un diagnóstico que impactó de lleno en la familia.
Su caso es muy similar al que contaron en el programa La Voz de Fuerteventura, en Radio Insular, José Diego Andueza Medina y Andrés Corujo, padres de Unai y Emilio, respectivamente, también con diabetes tipo 1.
En el caso de Unai, tras percibir síntomas anómalos, lo llevaron a urgencias. A pesar de la insistencia de la madre, preocupada por una posible diabetes, la doctora negó que el niño tuviera la enfermedad. Poco después, Unai entraba en coma, como explicaba, con intensa emoción, José Diego.
Son casos extremos, impactantes, que sacuden desde el primer diagnóstico los cimientos de las familias y que evidencian la necesidad de contar con profesionales formados en diabetes en el sistema sanitario.
De momento, estas tres familias acuden de forma habitual al Hospital de Gran Canaria, donde sus pequeños son tratados por un “magnífico equipo”.
Confían en que, próximamente, puedan evitar desplazamientos y lograr que, también en Fuerteventura, el Hospital General cuente con un equipo formado, “porque se está formando a profesionales”, destacaba Zuleica.
Sin profesionales de enfermería en los centros educativos
El diagnóstico es un mazazo y un cambio de vida radical.
Las familias apenas concilian el sueño, siempre alerta de un posible bajón o subidón de azúcar de sus pequeños. Quienes cuentan con una bomba de insulina también están pendientes porque “son aparatos que pueden fallar en cualquier momento”, coincidía en señalar también Andrés Corujo.
El dictamen es solo el principio. El cansancio se acumula mientras las familias quieren brindar a sus pequeños un entorno de protección y normalidad.
El proceso de escolarización es vital y, para ello, también lo es la presencia de profesionales de enfermería en los centros educativos que puedan hacer frente a un episodio y pinchar insulina a los pequeños.
Sin embargo, a pesar de las reiteradas solicitudes de las familias cada inicio del curso, no hay profesionales en todos los colegios para atender al alumnado con necesidades especiales.
Por otro lado, las auxiliares contratadas no disponen ni del conocimiento ni de la facultad para pinchar a los pequeños, advierten, además, Andrés Corujo y Liria Martín.
Sin profesionales en el colegio para revertir la situación, las familias están siempre pendientes de la alerta que indique que deben dejarlo todo para salvar a sus hijos. “En cuestión de segundos puede subir o bajar el azúcar de tal manera que el niño entra en coma, y puede morir”.
En esta situación, es habitual que alguno de los progenitores se vea abocado a dejar de trabajar para dedicarse a la seguridad de su hijo o hija.
Es el duro día a día de estas familias que piden ayuda para poder normalizar su vida y la de sus hijos.
Durante la entrevista, criticaron con dureza la falta de acción de la Consejería de Educación y, también, de la empresa Aeromédica Canarias, responsable de la contratación de los profesionales, e instaron a adoptar medidas que conlleven una solución. Los centros escolares, como el de Tetir, dijo Zuleica, “están haciendo todo lo que pueden, y estoy muy agradecida a todo el equipo”.
Para concluir, destacaron la importancia de unir fuerzas a través de la Asociación Majorera de Salud Mental (AMADI) y recordaron, en el Día Mundial de la Salud Mental, la necesidad de trabajar de forma integral para mejorar la situación de vida de la sociedad y evitar así que se vayan extendiendo los casos de enfermedad mental.