Los nombres de Guise y Ayose, los dos jefes mahos que gobernaban Fuerteventura durante la conquista, sobrevivieron durante cuatro siglos y, de hecho, el segundo es popular entre los varones canarios. Lo que resulta sorprendente es que tampoco cayeron en el olvido en un ámbito muy poco habitual: el administrativo.
Que Guise y Ayose fueron los nombres de los dos jefes mahos que gobernaban la isla de Fuerteventura al tiempo de la conquista de Jehan de Béthencourt y Gadifer de La Salle es algo bien conocido en la cultura popular canaria, explica en una entrevista a EFE Antonio M. López, promotor del Proyecto Tarha, de divulgación de la historia antigua de Canarias.
Tal es así, señala Antonio M. López, que Ayose ha sido un antropónimo de imposición relativamente frecuente entre los varones nacidos en Canarias desde mediados de la década de 1970, momento en que comienza a reivindicarse con cierta fuerza “el reconocimiento y homenaje a las raíces culturales e históricas precoloniales, largamente silenciadas”.
Pero un hecho bastante menos conocido es que ambos nombres sobrevivieron a la conquista europea durante cuatro siglos, sin perder ni un ápice de su cotidianidad, “y más sorprendente aún es que no lo hicieran en el campo de la toponimia, común refugio de palabras olvidadas, sino en un ámbito muy poco habitual: el administrativo”.
Ninguna de las dos versiones de Le Canarien, la crónica que narra la campaña de conquista emprendida por Béthencourt y La Salle en Canarias, hace mención de estos dos antropónimos, aunque sí de los nombres cristianos que les fueron impuestos a ambos jefes en el momento de su bautismo, narración que solo aparece en la versión atribuida a los herederos de Béthencourt: Luis y Alfonso.
Otra parte de la crónica da cuenta de la rivalidad entre ambos jefes: “Lo cierto es que en esa isla de Erbania -nombre autóctono de Fuerteventura, según los franceses- hay dos reyes que han estado durante largo tiempo en guerra, en la que se han producido muchos muertos en numerosas ocasiones, de modo que se encuentran muy debilitados”.
Diferencias que ambos apartaron de sí, al menos de cara al nuevo y autoimpuesto señor de su isla, cuando este les concedió propiedades en Lanzarote: 400 acres de arbolado y tierras.
“Nada más sabemos sobre el periplo vital de Guise y Ayose fuera de estas escuetas informaciones cronísticas, pero lo que sí conocemos, gracias a la documentación pública superviviente, es que sus nombres permanecieron muy vivos en Fuerteventura hasta al menos el siglo XVIII”, precisa el divulgador.
Y es que ambos nombres denominaban a dos de las tres grandes comarcas o demarcaciones en que se dividía administrativamente la isla desde el inicio de su etapa eurocolonial.
“No podemos asegurar que estas demarcaciones correspondieran a los dominios territoriales de cada jefe exclusivamente en vida de ellos o si sus denominaciones ya existían con anterioridad a la vida de estos personajes”, añade Antonio M. López.
En cualquier caso, las menciones a estos nombres son constantes en los cabildos mahoreros celebrados entre 1606 y 1774, especialmente en lo tocante a la elección anual del llamado «regidor diputado» o «cadañero» de cada parte, y en los llamamientos públicos a hacer apañadas de ganado guanil, esto es, sin marcar, asilvestrado.
Un ejemplo es el acta de una asamblea celebrada el 21 de enero de 1615 en la ermita de Valle de Santa Inés, en la que se alude a la elección de regidores diputados y personero “por la parte de Guise” y “por la parte de Ayose”.
¿Cuál era la raya o límite de estas dos demarcaciones? Según el acta de la asamblea del 20 de febrero de 1612, celebrada en Santa María de Betancuria: “se entiende que se divide Ayose de Guise por el Barranco de la Torre a la Peña Horadada”.
Según la crónica Le Canarien, la frontera estuvo delimitada por un largo muro de piedra que iba «de uno a otro mar», «cuatro leguas», en precisión de Abreu Galindo; es decir, una veintena de kilómetros, que es aproximadamente, en efecto, la extensión de Fuerteventura entre los hitos geográficos señalados.
“Lo que tal vez no sea tan verosímil es que dicho muro –que no debió de ser muy alto, atendiendo a su función esencialmente delimitadora– recorriese toda esa distancia, máxime si se tiene en cuenta la irregularidad del terreno, montañoso y hasta escarpado a tramos, por lo que quizás habría que pensar en una construcción solo existente a segmentos, o bien en una obra de recorrido más largo para acomodarse al trazado más accesible de la orografía”, detalla Antonio M. López.
A estas dos comarcas se sumaba una tercera, la Dehesa de Jandía, que ya Abreu Galindo refiere separada del «reino» de Ayose por una «pared», un segundo muro, que fue el que presuntamente dio nombre a la actual localidad mahorera de La Pared, y que habitualmente se confunde con su «hermana» mayor, la auténtica divisoria de las demarcaciones de Guise y Ayose.
Esta raya, también desaparecida, marcaba el límite norte del coto y dehesa señorial, ya perfectamente señalado por la línea del campo de jables. EFE