Fuerteventura ha sido reconocida científicamente como un santuario de la vid, donde la “viña heroica” cultivada en condiciones extremas se erige en un recurso estratégico para el futuro de la viticultura mundial. Así lo demuestra un estudio publicado en la revista Horticulturae (julio de 2025), desarrollado por el Grupo de Tecnología Enológica de la Universidad Rovira i Virgili, bajo la dirección de Francesca Fort, Luis Ricardo Suárez-Abreu, Qiying Lin-Yang, Leonor Deis (también vinculada a la Universidad Nacional de Cuyo en Argentina), Joan Miquel Canals y Fernando Zamora.
El equipo analizó 107 accesiones de las variedades Malvasía Volcánica y Listán Prieto en los viñedos libres de filoxera de Lanzarote y Fuerteventura. De ellas, 18 procedían de la isla majorera —con muestras recogidas en Betancuria, La Oliva, Puerto del Rosario y Antigua—. El resultado es concluyente: en el 93,46% de los casos se detectaron variaciones genéticas, un porcentaje extraordinariamente alto frente a la homogeneidad habitual en las grandes regiones vitivinícolas del mundo.
Entre los hallazgos más relevantes se encuentra una cepa de Listán Prieto en Betancuria (FTV-8) que mostró cinco variaciones genéticas respecto al perfil de referencia, el mismo nivel de divergencia que la Malvasía Dubrovacka de Lanzarote (LNZ-87), lo que sitúa a la isla majorera al mismo nivel que otros “santuarios” internacionales de biodiversidad vitícola como ciertas zonas de Italia o Georgia. Otro clon de Fuerteventura (FTV-13) presentó cuatro variaciones, y al menos cinco accesiones (FTV-1, FTV-2, FTV-7, FTV-9 y FTV-12) mostraron tres mutaciones, una riqueza genética inusual en otras regiones.
La importancia de este hallazgo radica en el contexto global de erosión genética de la vid: de las entre 6.000 y 10.000 variedades de Vitis vinifera L., solo 12 concentran hoy el 80% de la superficie mundial, entre ellas Cabernet Sauvignon, Merlot o Chardonnay. Frente a esa homogeneidad, Fuerteventura mantiene clones únicos, generados durante siglos de cultivo aislado y sin la devastación de la filoxera que afectó al resto de Europa.
La supervivencia de la vid en la isla se explica por sistemas agrícolas tradicionales como las gavias, que permiten aprovechar el agua de escorrentía en un entorno de menos de 100 mm de lluvia anual, fuerte radiación solar y vientos intensos. Este modelo de agricultura de subsistencia no solo ha preservado un paisaje singular, sino que también ha permitido la acumulación de mutaciones y adaptaciones genéticas únicas en sus cepas.
Los investigadores destacan que esta biodiversidad intra-varietal es un patrimonio vivo de valor estratégico, ya que ofrece la posibilidad de seleccionar clones con mayor resistencia a la sequía y perfiles aromáticos diferenciados, esenciales para afrontar los retos del cambio climático. En otras palabras, cada cepa majorera es un candidato potencial para convertirse en un modelo de viticultura futura en zonas áridas del Mediterráneo y del planeta.
Fuerteventura se sitúa así en el mismo mapa que regiones históricas como Georgia, considerada la cuna del vino, o algunas áreas de Italia, pero con la particularidad de haber generado esta riqueza genética en un escenario de aridez extrema. Con este estudio, la isla no solo consolida su papel en la preservación de la tradición vitivinícola canaria, sino que se posiciona como un referente mundial en investigación aplicada a la sostenibilidad de la vid.




