Entre la cotidianidad de un conductor de guaguas que le pide a un turista que por favor se ponga la camiseta para acceder al vehículo, y la novelería de un grupo de adolescentes dispuestos a cruzar media isla con la firme intención de tirarse todo el día al sol, se desarrolla el inicio de los festivos de Semana Santa en Maspalomas (Gran Canaria), el principal núcleo turístico de la isla.
En estos días, los establecimientos hoteleros y extrahoteleros de Canarias prevén una Semana Santa con una ocupación media de un 85 % en las islas de la provincia de Las Palmas, salvo en la de Fuerteventura, donde se espera como mínimo un 90 %, mientras que en las de Santa Cruz de Tenerife se situará entre el 73 y el 80 %, según datos de las patronales.
En la arena de Maspalomas, sobre las 10:30 horas y con el termómetro en 26ºC, algunos turistas madrugadores hacen cola para aprender a surfear en una playa sin apenas olas y donde la cantidad de británicos y alemanes sobrepasa la de visitantes españoles, que, en menor medida, van llegando a la playa en las siguientes horas.
Al observar la arena desde la orilla, se podría distinguir perfectamente en las pieles de los turistas buena parte de las 100 tonalidades de rojo de la escala cromática, aunque ninguna de ellas se corresponde con el sonrojo por otra imagen habitual: el regateo de un par de euros a los vendedores ambulantes, la mayoría senegaleses, a quienes intentan rebajar el precio de un par de gafas de sol o unos pareos.
En este escenario, son mayoría los bares cercanos a la playa, en los que la presencia de canarios es anecdótica o se limita al servicio, y donde el hilo musical está claramente enfocado al público extranjero de mediana edad que frecuenta las islas (“Voyage, Voyage”, “Daddy Cool” y “Never Gonna Give You Up” son las más repetidas). Estos cuatro días son la traca final de la temporada alta del turismo en Canarias, donde los ecos de la pandemia son ya lejanos.
“Hay mucha más gente que el año pasado, pero han subido los precios y, aunque los turistas siguen gastando más o menos como antes, a los españoles les cuesta más porque los sueldos han permanecido igual. Estamos tardando un poco más en hacer la caja que hacíamos en años anteriores”, relata a EFE el encargado de un bar.
¿SATURACIÓN?
Hace días, la imagen de Flight Radar que mostraba decenas de aviones rumbo a Canarias, una circunstancia por otro lado habitual en cualquier época del año, generaba cierto debate en redes sociales sobre la sostenibilidad del sector turístico y las implicaciones medioambientales de recibir cada año a cerca de 16 millones de turistas.
“Europa yéndose de vacaciones… a las islas Canarias”, rezaba la cuenta oficial de Flight Radar en Twitter, donde entre los comentarios citados lo más habitual eran usuarios canarios que alertaban de la saturación turística de las islas, el sector que más peso aporta a la economía del archipiélago, de en torno a un 20 % según datos de la Consejería de Turismo del Gobierno regional, lejos del 33 % que llegó a marcar antes de la COVID-19, en 2019.
Mientras las administraciones empiezan a hacer suyo el mensaje de la búsqueda de sostenibilidad con menos turistas que dejen más gasto en destino -los datos de febrero muestran un incremento en el gasto por turista de un 24 % frente a 2019, pero también que hubo un 4,29 % más de extranjeros-, la sociedad civil experimenta un incremento de movimientos sociales en torno a la protección del territorio y frente a proyectos turísticos percibidos como poco sostenibles.
En el último año ha sido el caso de la protestas por el hotel proyectado en la playa de La Tejita, un entorno natural protegido, o las villas de lujo en el Puertito de Adeje conocidas como Cuna del Alma, ambos en Tenerife, o más recientemente, en La Palma, donde se planea construir un “Ecoresort” con 1.400 camas en La Pavona y que esta semana ha movilizado a más de 300 personas en una protesta.
En este contexto, Lanzarote, una isla que recibe en número de turistas al equivalente a 17 veces su población, ha optado por declararse como isla “saturada” turísticamente y ha hecho pública su voluntad de buscar mayor rentabilidad con un menor número de turistas, algo para lo que aseguran existe “un amplio consenso social”. EFE