
Cada semana, la psicóloga Carolina Simón pone sobre la mesa temas cotidianos que nos atraviesan a todos… aunque a veces no queramos reconocerlos. En su última intervención en La Mañana Xtra, el espacio matinal de Radio Insular, la conversación giró en torno a un asunto tan universal como incómodo: ¿por qué nos cuesta tanto descansar sin sentirnos culpables?
“Hoy vamos a hablar del ansiado descanso… o mejor dicho, de la incapacidad de descansar sin sentirnos culpables”, explicó con su habitual tono cercano y desenfadado. Y es que, según Carolina, cuando por fin logramos tumbarnos en el sofá con la manta y el té, listos para desconectar, aparece una batalla interna entre dos voces que compiten por el control del momento: la voz zen, que nos anima a relajarnos, y “la perturbadora, esa que nos susurra: ‘¿seguro que no tienes algo pendiente?, ¿no podrías estar haciendo algo productivo?, ¿y si revisas el correo por si acaso?’”.
Esta sensación de remordimiento, señala Simón, está profundamente arraigada en el modelo de vida actual, donde la hiperproductividad parece ser el nuevo mantra. “Vivimos en una época en la que si no madrugas para hacer yoga, responder correos y aprender un idioma antes del desayuno, parece que no eres una persona de éxito”, ironizó. Para la psicóloga, esta presión constante ha convertido el descanso en un lujo, cuando debería ser una necesidad básica.
Durante su intervención, también desgranó las razones por las que nos cuesta tanto desconectar sin culpa. “Nos han enseñado que descansar es perder el tiempo”, recordó, aludiendo a frases heredadas como “El que madruga, Dios lo ayuda” o “Mientras tú duermes, alguien trabaja por sus sueños”. Y añadió con humor: “No sé quién es ese alguien, pero ojalá se eche una siesta, porque si no va a explotar”.
Otro factor clave es la asociación entre valor personal y productividad. “Nos hemos acostumbrado a medir nuestro valor por lo que hacemos. Si no estamos ocupados, sentimos que no valemos”, subrayó. Y a esto se suma el rol de la tecnología, que nos mantiene constantemente en línea. “Antes salías del trabajo y se acababa. Ahora te llegan correos a las once de la noche y WhatsApps del jefe un domingo”, apuntó.
Frente a este escenario, Carolina ofreció herramientas prácticas para desconectar sin culpa. “Lo primero es cambiar nuestra mentalidad sobre el descanso. No es perder el tiempo, es recargar energía. Un móvil sin batería no sirve, y tú tampoco”, explicó. También propuso agendar el tiempo de descanso como si fuera una cita importante: “Cúmplelo como si fuera una reunión con el presidente”.
Y fue aún más clara al hablar de los límites: “Si terminas tu trabajo a las seis, no respondas correos a las diez. El mundo no se va a acabar”. De hecho, pidió directamente a quienes mandan mensajes fuera de horario que reflexionen sobre el impacto de esa disponibilidad permanente. “Empatía, por favor”, reclamó entre risas.
El último consejo fue rotundo: desconectar el móvil y las notificaciones. “Si el móvil pita todo el rato, la tentación es demasiado fuerte. Apaga, desactiva y disfruta del tiempo libre sin remordimientos”.
Como broche final, Carolina dejó una frase para tatuarse mentalmente: “La próxima vez que esa vocecita te diga: ‘haz algo útil, revisa el correo, ordena la casa’, respóndele: ‘Cállate, que estoy recargando batería’”. Porque, como insistió, “descansar también es productividad”.
Y si Aristóteles o Platón necesitaban pasear por jardines para crear pensamiento profundo, quizá sea momento de que nosotros también nos permitamos una pausa sin culpa, sin remordimiento y con una buena dosis de té, manta y silencio.