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Artículo de Opinión: A los propietarios, esa nueva clase privilegiada

Artículo de opinión por Eloy Cuadra

Independientemente del tiempo que pase o de lo que se diga, el mantra de la ocupación de viviendas vuelve a aparecer en televisión, radio, redes sociales, en el Congreso, en los programas electorales e incluso en la Policía Nacional. Lo último ha sido un vídeo de una señora que se ha hecho viral, en el que afirma que si te vas de vacaciones, es probable que te okupen la casa y que después te espera un calvario, porque según ella, los okupas son lo peor que existe. Cuando digo que da igual lo que se diga, es porque ya se ha publicado y demostrado con datos muchas veces que en España es muy raro que se okupen viviendas habitadas o segundas residencias, ya que la pena en estos casos es mucho mayor al tratarse de un allanamiento de morada, y no de una usurpación de vivienda.

También se han presentado infinidad de datos sobre la escasa cantidad de viviendas que se okupan en España en comparación con la cantidad de viviendas vacías (no llega al 1%). Además, se ha repetido hasta la saciedad que durante las primeras 48 horas de una okupación, basta con avisar a la policía para que los okupantes sean desalojados inmediatamente, sin necesidad de más trámites. Está claro que la realidad no importa mucho en tiempos de posverdad, cuando se trata de alimentar miedos, odios, egoísmos y prejuicios. Pero ya basta. Creo que es necesario hablar claro y dirigirse directamente a esta nueva clase privilegiada que tenemos en España, que no es otra que los propietarios de viviendas.

Para empezar, les invitaría a que leyeran el fenomenal ensayo «La desigualdad en España», un estudio multidisciplinar que acabo de terminar gracias a un buen amigo que me lo regaló. Este ensayo ofrece una explicación profunda de por qué España es tan desigual, y señala una y otra vez al problema de la vivienda como generador de la enorme desigualdad y brecha social que sufrimos hoy en día. Pero como seguramente la mayoría no tendrán ni el tiempo ni las ganas de leerlo, les voy a aclarar algunas cuestiones importantes.

Lo primero, sean conscientes de lo privilegiados que son si tienen una vivienda en propiedad, y más aún si tienen más de una. Hoy en día, la posesión de una vivienda es lo que marca la diferencia entre poder tener el control de tu futuro y de tu vida, y no tenerlo en absoluto. En España, aunque no falta trabajo, lo que faltan son viviendas accesibles o sueldos altos que hagan posible acceder a ellas. En su lugar, lo que tenemos en abundancia son trabajadores precarios, trabajadores pobres y trabajadores que se ven obligados a vivir en caravanas, tiendas de campaña, casas ruinosas, casas okupadas o pisos compartidos.

Además, hay generaciones de jóvenes y no tan jóvenes que no han podido formar una familia por no tener una vivienda segura donde desarrollarla. No hablemos ya de la imposibilidad de tomarse unas vacaciones decentes, de dedicar algo de dinero a la cultura o de alimentarse bien cuando de tu sueldo tienes que destinar el 60% o el 70% a pagar la vivienda. Porque incluso en el peor de los casos, si eres un propietario hipotecado con una sola vivienda, podrías, en último término, negociar con el banco una cuota mensual más cómoda a más años, que te permita vivir con mayor holgura. Sin embargo, todos estos privilegios no los tiene la mayor parte de la población, especialmente los más jóvenes, para quienes el acceso a la vivienda en propiedad es imposible aunque trabajen, debido a los precios altos, los sueldos bajos y la inaccesibilidad de las hipotecas.

Olvídense de la falacia de la meritocracia. Es muy común que los propietarios de viviendas, y cualquier otra clase de privilegiados o personas ricas, digan que lo son porque se lo han ganado a base de esfuerzo, porque han trabajado mucho, porque son muy dedicados o muy listos. Y que los otros, los pobres y demás clases precarias, lo son porque son unos vagos, porque no trabajaron lo suficiente y no se lo ganaron. Así se perpetúa una larga lista de prejuicios y desprecios.

No niego que muchos de los propietarios de viviendas se lo han ganado con esfuerzo, a diferencia de otros que solo heredaron y se beneficiaron del trabajo y la riqueza de sus padres y demás familiares. Pero no es menos cierto que hoy en día hay infinidad de personas jóvenes y no tan jóvenes, muy formadas y preparadas, que trabajan muy duro y se esfuerzan mucho, pero que no tienen posibilidad alguna de acceder a una vivienda en propiedad, y que nunca saldrán de la clase baja mayoritaria de este país. Esto es así, por muchas vueltas que le den. El problema de la falacia de la meritocracia es que resulta muy conveniente para toda la clase privilegiada y para los partidos que defienden los privilegios de esa clase. Por eso la escuchamos constantemente en discursos políticos, en redes, en medios de comunicación y en todos lados, acompañada de su reverso aporofóbico, que no es otro que criminalizar a los pobres y a las personas que okupan viviendas.

Entendido lo anterior, ahora viene la parte en la que los propietarios de vivienda deben elegir qué discurso tomar y qué análisis hacer. Si el propietario que me lee decide identificarse con todos los propietarios ricos de este país y asume el discurso de la aporofobia y de la meritocracia, criminalizando una y otra vez a los okupas, y los pone como el principal problema de la vivienda en España, sin detenerse ni por un momento a pensar que los okupas son, en su mayoría, gente trabajadora con poca suerte o poca herencia que solo tratan de sobrevivir, y que solo son un síntoma de un problema, no el problema en sí, entonces ese propietario, que probablemente sea un currante más con una sola casa, se está confundiendo y está adoptando un discurso de ricos. Está favoreciendo que la ley de los ricos y el mundo cada día más desigual y dividido que fomentan los ricos, con mucha gente pobre, esclavizada, sometida y frustrada, sea lo que venga en el futuro.

En este punto, a ese propietario confundido le diría: «Está bien, estás en tu derecho de ponerte del lado de los ricos, pero ¿cuánto dinero calculas ganar?, ¿tienes garantías de poder mantener tu estatus actual, medianamente privilegiado, en el futuro?, ¿estás seguro? ¿Lo tienen asegurado tus hijos? Si no es así, creo que estás jugando en el bando equivocado, y en cuanto te cambie un poco la suerte o te bajen los ingresos, te verás arrojado al lado de los pobres contra los que tú mismo trabajaste.»

Por eso, por todo lo dicho, queridos propietarios que me leen, les propongo que hagan un nuevo análisis. Siéntanse unos privilegiados por tener una vivienda en propiedad, o dos, o tres, o las que sean, y visualicen a los okupas como gente mayoritariamente buena que solo trata de sobrevivir. No los criminalicen (aunque algunos sí sean verdaderos aprovechados y delincuentes). Eso sí, pongan una alarma en su casa con aviso a la policía en caso de okupación, así se quitan de la remota posibilidad de que les okupan su casa habitada o segunda residencia. Creo que, si se reconocen como privilegiados que son, no les supondrá tanto gasto una alarma. Es el precio mínimo que se paga por vivir en una sociedad tan desigual.

Les pongo un ejemplo: en Holanda no existe el fenómeno de la okupación de viviendas, porque Holanda castiga legalmente de varias maneras la tenencia de viviendas vacías. Y en cuanto al discurso político, insisto: no pongan el foco en los okupas. Apunten a la clase política española, privilegiada e inoperante como pocas, que no resuelve, que no redistribuye, que no promueve vivienda asequible, que no facilita que otras personas puedan tener también una vivienda, si no en propiedad, al menos a un precio asequible que les permita vivir. Créanme, si adoptan esta posición y este discurso, al margen de que tengan más o menos casas y de que sean más o menos ricos, estarán trabajando por un futuro mejor para la mayoría, por más justicia social y, por extensión, por más felicidad, prosperidad, alegría, más familias que se formen, más niños que nazcan y, en definitiva, más futuro para esta tierra.

Cierto, es posible que después de este alegato no consiga convencerlos para cambiar, por los motivos que sean, y sigan ustedes posicionados en el discurso elitista y excluyente de los ricos. Si es así, solo puedo desearles suerte, y que tengan mucho dinero para pagar más formas de protección en el futuro, tal vez un arma de fuego, como en los Estados Unidos, a los que tanto quieren algunos parecerse. Porque, como decía mi querido amigo Lolo Dorta en un cartel que hizo célebre en una antigua campaña: «Cuando la corrupción es norma, la rebelión es ley». Y vendrán más rebeldes, algunos pacíficos como yo, pero otros quizá no tanto.

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