Hay locales que no solo sirven comida: sirven una actitud. KUMA fue siempre uno de ellos. Desde aquella primera cueva gastronómica en las galerías de León y Castillo —pequeña, casi secreta, de espíritu punk culinario— hasta su nueva casa en la calle García Escámez, 2, la hamburguesería más irreverente de Puerto del Rosario ha demostrado que la gastronomía también tiene memoria, superstición y orgullo. Ayer, 1 de diciembre, reabrieron. Y lo hicieron con una frase escrita en neón rojo que funciona más como manifiesto vital que como decoración: “THE SHOW MUST GO ON”.
Y vaya si continúa.
Porque en este renacimiento hay de todo: un local más grande y más adulto sin perder el descaro; una carta más profunda y ambiciosa; un equipo renovado con tres nombres que cuentan, cada uno a su manera, un trozo de la historia gastronómica de la isla: David, el fundador y alma original de KUMA; Esteban Alberto, conocido por su papel en Quesos Maxorata y su sensibilidad afinadísima para los productos locales; y Manu, el artesano detrás de Muka Muka, responsable directo de que las nuevas tartas caseras de KUMA sean ya conversación obligada en cada mesa.
Este trío explica por qué el local huele ahora a madurez sin renunciar a su propio caos creativo.
Una atmósfera entre fábrica contemporánea y garito rock que invita a quedarse
La puerta se abre y lo primero que uno percibe es el contraste: el ladrillo visto y las paredes oscuras del estilo industrial contemporáneo conviven sin fricción con guitarras colgadas, letreros de neón y una iluminación roja que tiñe el espacio con un aire nocturno, casi de backstage, como si uno entrara en la antesala de un concierto.
El techo, con sus instalaciones a la vista, no disimula nada. No quiere hacerlo. La madera oscura del suelo aporta la calidez necesaria para equilibrar la estética de “taller reinterpretado”. Y las bombillas Edison redondean una sensación de refugio moderno: cálido, joven, fotogénico. Un espacio que te habla, te provoca y, sobre todo, te invita a vivirlo.
Es un local que no busca la neutralidad: apuesta por una vibra joven, underground, dinámica, pensada para quienes quieren comer, pero también para quienes quieren contarlo.
La carta: una ampliación que no pierde el foco y que confirma que KUMA nunca fue solo hamburguesas
Si la estética es nueva, la filosofía sigue intacta: carne smash, sabor contundente, combinaciones que no piden permiso. La nueva carta lo confirma: crece, se diversifica y se vuelve más juguetona.
En las especialidades fuera de carta destacan —como muestran las imágenes de la carta oficial facilitada por el local— propuestas como la Mermelada de Bacon, la Patty Melt, la Rocky y la Homer, cada una reforzando esa línea de hamburguesas que no temen ensuciarse las manos ni sorprender al paladar .
Los entrantes mantienen esa misma lógica: tequeños, nachos con pulled pork y queso fundido, papas Kuma con salsas intensas y un punto casi carnívoro de gula controlada .
Y luego están las estrellas de siempre. La Kuma, la Trilogy, la Tentación, la C. América, la Huevona, la Bad Bunny, la Mia Khalifa o la Vegetto, con esa combinación de cheddar, bacon, cebolla natural, guacamole, huevo o pulled pork que ya forma parte del imaginario gastronómico de la capital majorera .
Pero lo que realmente marca un nuevo capítulo es la entrada triunfal de las tartas caseras elaboradas por Manu. Aún no estaban todas disponibles ayer, pero lo que se deja entrever apunta a algo serio. No hablamos de un dulce para cerrar la comida: hablamos de un postre con personalidad propia, coherente con la estética del local y, sobre todo, con la ambición del nuevo KUMA.
La visita: un local lleno, una cocina rápida, una carta electrónica intuitiva y una hamburguesa que confirma por qué KUMA sigue siendo KUMA
Ayer, al llegar, el local estaba lleno. Mesas dentro y fuera, movimiento continuo, una rapidez sorprendente para ser el primer día y una sensación clara: habían llegado preparados.
Mi elección fue una hamburguesa con pan negro —espectacular— elaborada con esa técnica smash que ellos dominan con soltura. Crujiente en los bordes, jugosa, bien integrada, sin excesos de grasa y con un equilibrio perfecto entre salsa, queso y carne. Una de esas hamburguesas que obligan a detener la conversación.
Probamos también la famosa “torrija de Toño” (fuera de carta), con helado. Una combinación cálida, suave y profundamente reconfortante. Un postre que, sin exagerar, podría convertirse en uno de los símbolos del nuevo KUMA.
La carta electrónica —intuitiva y bien resuelta— agiliza el servicio. La iluminación LED, tanto en el interior como en baños, ayuda a crear esa atmósfera neón-industrial que marca carácter. Y la cocina, amplia y a la vista, transmite oficio, orden y ambición. La terraza, aún pequeña, promete convertirse en un espacio a observar cuando el buen tiempo acompañe.
KUMA no vuelve: KUMA insiste
Hay reaperturas que son una celebración. Y hay otras que son un mensaje.
Esta es las dos cosas.
Porque KUMA no solo ha cambiado de local: ha cambiado de etapa. Ha sumado aliados, ha ampliado horizontes, ha ganado en técnica y estética, pero mantiene su esencia más reconocible: servir hamburguesas que enamoran sin pedir disculpas, apostar por una identidad clara y seguir defendiendo la idea de que la gastronomía también puede ser un acto de rebeldía.
Por eso el neón no es casualidad. Por eso la frase importa: THE SHOW MUST GO ON.
Y en KUMA, desde ayer, continúa más fuerte que nunca. Mucha suerte a estos emprendedores.









La hamburguesería KUMA en Puerto del Rosario, conocida por su irreverencia y espíritu punk culinario, ha reabierto sus puertas en un nuevo local más grande y con una actitud renovada. Incorpora cambios como una carta más amplia y ambiciosa, un equipo de trabajo renovado y una decoración que combina el estilo industrial contemporáneo con elementos de rock. Además de su especialidad en hamburguesas, introducen nuevas propuestas y destacan las tartas caseras de su recién incorporado pastelero, Manu. A pesar de los cambios, KUMA mantiene su filosofía de servir hamburguesas deliciosas y originales y defender la gastronomía como un acto de rebeldía.
Necesitamos más gente joven así en la isla. Con ganas de prosperar y montar su negocio bravo por ellos.
Jacobo Soto Garcia