La reciente polémica por la instalación de una antena de telecomunicaciones en Antigua, ha destapado nuevas (y preocupantes) formas de hacer política. En teoría, los representantes públicos son la voz y las manos del pueblo, servidores dedicados al bien común. En la práctica, sin embargo, hemos visto a más de uno comportarse como “rockstars” electorales, ávidos de protagonismo, fotos y titulares. Este episodio local –con vecinos movilizados y políticos disputándose medallas– es un ejemplo perfecto para reflexionar, con ironía pero también con seriedad, sobre la falta de humildad y deber público en nuestra clase política.
El caso de Antigua: vecinos movilizados y políticos a remolque
Todo comenzó cuando los vecinos de Antigua se enteraron de la inminente colocación de una torre de telefonía de 30 metros a escasos 50 metros de sus casas. Lo que antes no era un problema, se convirtió en uno en cuanto la ciudadanía se organizó: asambleas diarias en la plaza del pueblo, café en mano y rosquetes sobre la mesa, y un objetivo común y justificado en mente. “La salud lo primero”, proclamaron, oponiéndose con firmeza a la antena en zona residencial. Gracias a su incansable lucha, reunidos cada día para compartir información y planear acciones, lograron lo que parecía difícil: hacer ruido, atraer la atención de las autoridades y frenar el proyecto. Son ellos, los vecinos anónimos, los verdaderos héroes de esta historia.
Al final, la presión popular surtió efecto. El 10 de septiembre, el alcalde de Antigua viajó a Madrid y, junto a dos ministros, alcanzó un acuerdo con la empresa propietaria de la torre: paralizar la instalación en la ubicación prevista y buscar otro emplazamiento que no perjudique a la ciudadanía. El propio alcalde reconoció el papel del vecindario, agradeciendo “la implicación de los vecinos y vecinas” y celebrando haber “logrado un objetivo común y justificado: reubicar la antena para garantizar la cobertura sin perjudicar a la población”. Hasta aquí, todo parecería un ejemplo de participación ciudadana efectiva y de instituciones receptivas. ¿Final feliz? En parte sí. Pero la historia no acaba con el acuerdo técnico: empieza la batalla política por el relato.
La falta de humildad y el afán de protagonismo
Una vez encarrilada la solución gracias a la presión vecinal, varios cargos públicos se apresuraron a salir en la foto –metafórica y literal– del triunfo. En lugar de reconocer humildemente el mérito ciudadano, cada cual quiso colgarse la medalla y, de paso, ajustar cuentas partidistas. Aquí es donde asoma esa “nueva” forma de hacer política: el postureo y la búsqueda de protagonismo sobre el deber público.
La escena política roza, incluso, lo absurdo. Ayer mismo, el Congreso de los Diputados celebraba una sesión de control al Gobierno en la que se debatían cuestiones de enorme trascendencia nacional, como la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales sin merma salarial. Sin embargo, dos ministros con carteras de peso –Óscar López (Transformación Digital) y Ángel Víctor Torres (Política Territorial)– hacen hueco en su agenda para reunirse con el alcalde Matías Peña y el CEO de TOTEM y pactar la paralización de la antena en Antigua. Minutos después de aquella reunión en Madrid, el propio Ayuntamiento emitía un comunicado en el que afirmaba haber “frenado la instalación de la antena en Antigua”. Conviene recordar, con cierta ironía, que se felicitan ahora por frenar aquello que ellos mismos autorizaron en un primer momento.
La batalla de comunicados no se hizo esperar. AM-CC “celebró” que el alcalde “haya recapacitado” y se alineara con Madrid y Canarias, destacando la constancia vecinal pero recordando que fue su presión la que obligó al cambio. Nueva Canarias, en cambio, defendió que Matías Peña actuó “desde el primer momento” con diálogo y que gracias a él “imperó el sentido común sobre la manipulación”. Y el Ayuntamiento, por su parte, felicitó a los vecinos y agradeció a ministros y empresa la nueva ubicación, presentándose como artífice de un “final feliz” tras semanas de negar la paralización.
Ni el propio Ministerio quiso perder la oportunidad de poner su sello en esta historia. En el comunicado oficial, junto al anuncio del acuerdo para reubicar la antena, el ministro Óscar López destacó que “siempre vamos a contribuir a buscar las soluciones que sean necesarias para que los ciudadanos y las empresas accedan a los beneficios de la sociedad digital, vivan donde vivan”, para acto seguido recordar que “desde 2018 hemos invertido en torno a 100 millones de euros en Canarias”. Es decir, la crisis vecinal de Antigua sirvió también como escaparate para recalcar las inversiones millonarias del Gobierno central en las islas.
¿Resultado? Un carrusel de declaraciones cruzadas. Cada actor político pinta la película a su favor: unos se erigen en salvadores que rectificaron el rumbo equivocado del alcalde, otros en víctimas de campañas de miedo ajenas, y todos, en mayor o menor medida, quieren su cuota de gloria.
Servidores públicos, no estrellas de rock
Todo este episodio revela un problema mayor: falta humildad en la clase política en general. Da la impresión de que algunos cargos públicos olvidan que no son celebridades ni divos de la farándula, sino simples servidores públicos con una labor que cumplir. ¿Desde cuándo hacer tu trabajo merece aplausos y condecoraciones? Cuando un representante electo actúa con honestidad y eficacia, simplemente está cumpliendo con el deber por el que se le paga y se le eligió. No espera uno que le den las gracias por ello, del mismo modo que no le damos una medalla al panadero por traernos el pan cada día: es su trabajo.
Recordemos, señores políticos: ustedes “son, se supone, la voz y las manos de quienes les han votado”. No son estrellas de rock de las papeletas, ni caudillos iluminados, ni tampoco han recibido un don de sabiduría absoluta junto al acta. Ser humildes, reconocer errores, aprender y solucionar son pasos imprescindibles para el crecimiento personal y profesional, sobre todo si se es servidor público. El protagonismo debe ser siempre secundario respecto al de la ciudadanía.
Antonio Guimarães
Director, Radio Insular
