Lo que comenzó como una celebración del patrimonio canario en pleno centro de Madrid ha terminado en una historia que roza lo surrealista. Veinticuatro toneladas de arena volcánica procedente de La Palma, enviadas a la capital como parte de una iniciativa cultural del Gobierno de Canarias, se encuentran ahora acumulando polvo en una nave industrial de Torrelodones, sin un uso definido.
El 17 de mayo, con motivo del Mes de Canarias, la céntrica plaza de Callao se transformó en un terrero improvisado para acoger una jornada histórica de lucha canaria. Luchadores del Saladar de Jandía (Fuerteventura) y del Candelaria de Mirca (La Palma) se enfrentaron en el marco del Torneo DISA Gobierno de Canarias, sobre un “ring” cubierto con arena volcánica enviada expresamente desde La Palma.
“La más joven de las islas, elegida como símbolo de identidad, arraigo y renovación”, proclamaba entonces el Ejecutivo autonómico, que no escatimó en medios ni detalles para trasladar este pedazo del paisaje insular a Madrid. La exhibición, además de atraer a numerosos curiosos, contó con presencia institucional destacada, entre ellas la del presidente Fernando Clavijo.

Sin embargo, la historia ha dado un giro inesperado. Según reveló elDiario.es, una vez finalizada la jornada deportiva, la arena desapareció del radar público. Aunque el plan inicial era ceder el material al Ayuntamiento de Madrid para su uso en campos de vóley playa, el consistorio aseguró no tener constancia de dicho acuerdo.
La incógnita se resolvió días después: los 24.000 kilos de ceniza se encuentran almacenados en una nave de Torrelodones, embolsados en sacos de obra. ¿La razón? Los técnicos municipales concluyeron que la arena volcánica se calienta con demasiada facilidad, lo que la hace inadecuada para canchas de voley al aire libre.
Ahora, las autoridades madrileñas intentan encontrarle un nuevo uso al peculiar «regalo» canario. Desde el área de Medio Ambiente se estudia una posible aplicación medioambiental, aunque el Ayuntamiento aún no ha firmado el convenio de colaboración necesario para aceptar formalmente el material. El Cabildo de La Palma, por su parte, especificó en la autorización que el material «carece de valor comercial», pero sí de un importante valor simbólico y cultural.
Mientras tanto, los sacos esperan su destino definitivo. Lo que iba a ser una muestra del arraigo canario en el corazón de la península ha acabado convertida en un nuevo ejemplo de cómo la simbología cultural, cuando no va acompañada de planificación a largo plazo, corre el riesgo de desvanecerse… o almacenarse.




