En un mundo cada vez más dependiente de la tecnología, desde Fuerteventura nace una voz que invita a la reflexión: ¿realmente estamos usando bien las pantallas en la infancia? La psicóloga y asesora de crianza Silvia Díez ha iniciado un movimiento regional que ya suma familias y profesionales de distintas islas, con un mensaje claro: es hora de parar, pensar y recuperar el sentido común.
Lejos de adoptar un discurso radical, Díez defiende el uso consciente y responsable de las nuevas tecnologías. “No se trata de estar en contra, sino de preguntarnos para qué y por qué usamos las pantallas”, explicó en una reciente entrevista en Radio Insular. Su propuesta busca reequilibrar una balanza que —reconoce— se ha inclinado demasiado hacia la exposición digital en edades tempranas.
La iniciativa surge en un momento en que comunidades como Madrid ya han prohibido dispositivos individuales en Infantil y Primaria, y cada vez más estudios advierten de las consecuencias de la hiperconectividad en el desarrollo del cerebro infantil. “Nuestros hijos están en plena etapa de desarrollo de habilidades sociales, lenguaje y concentración. Y muchas veces, les damos una pantalla justo cuando más necesitan explorar, moverse y conectar”, advierte Díez.
A ello se suma una crítica al uso institucional de la tecnología sin una verdadera planificación pedagógica. “Hay presupuestos públicos destinados a pizarras digitales en aulas de bebés, mientras faltan recursos para climatizar colegios o pagar excursiones”, señala.
El movimiento, que ya cuenta con un grupo activo en WhatsApp, está abierto a familias y docentes de toda Canarias. El objetivo es crear una red de apoyo, compartir preocupaciones reales —como el uso de imágenes de menores en redes sin suficiente debate— y recordar que no estamos solos. “Muchos padres compran un móvil o firman una autorización solo para no ser los diferentes. Pero si hablamos, descubrimos que somos más los que no estamos de acuerdo”, reflexiona.
Además, Silvia impulsa el proyecto Café Parental, encuentros mensuales donde madres y padres trabajan en dinámicas reales para conectar mejor con sus hijos, mejorar la comunicación y reflexionar sobre una crianza más consciente.
Este movimiento nace desde el respeto, pero con firmeza. Es un llamado a las familias, a los centros educativos y a las instituciones: “El cerebro que tenemos hoy es el mismo que hace 30 años. Lo que ha cambiado es el ritmo, no las necesidades de los niños”.